5 de enero de 2016

Cuento de los Reyes Magos

Hoy es el 71 cumpleaños de mi padre. Ya no está aquí pero yo lo siento cerca.
Un año justo que todo empezó.
Esta noche intentaremos recordarte, como siempre hacíamos,espero que con alegría.
Recupero este cuento de Navidad que escribí sobre los Reyes Magos para dedicárselo desde dónde esté viéndonos, él era uno de los protagonistas así que sirva de felicitación póstuma.

Cuento de Navidad
Erase una vez una niña, un niño y sus papás. Como cada Domingo todos desayunaban reunidos en la mesa unos deliciosos churros con chocolate a la taza. Uno de esos Domingos, era principio del frío mes de Diciembre pero hacía mucho sol y los rayos golpeaban fuertemente contra el mobiliario del salón. Los niños estaban sentados en el sofá reposando lo ingerido aún con el pelo alborotado de la noche anterior. La madre sin preámbulos decidió tomar la palabra y les advirtió: “tengo que contaros algo importante, como se acercan Navidades y con ello los Reyes Magos os voy a confesar un secreto que pronto os pueden contar un amigo mayor y prefiero ser yo la que os lo desvele. Los Reyes Magos no existen, somos nosotros”…se oyó un fuerte suspiro. Pasados unos segundos el niño con la voz entrecortada y arrebatada contesta ¿Cómo que los Reyes Magos sois vosotros? ¡Eso no puede ser, yo los vi el año pasado!. La niña que era un poco más mayor, aunque pudiera ya saberlo quedó también impresionada y respondió; ¿Entonces este año qué hacemos?¿Vendrá  Papá Noel?…en ese preciso instante la magia se fue por la ventana…
Unos días después, llegó Papá Noel. Ya no tenía nada de emoción, pero como contaban con todas las Navidades por delante para poder jugar con los juguetes pusieron todo su empeño y sacaron algo de ilusión. La tristeza los había absorbido por completo. La madre muy pesarosa intentó suavizar su confesión pero los niños ya habían ideado un plan, “su plan perfecto”. Los días previos al día de Reyes los niños paseaban para visitar a sus primos, de camino se fijaron en un escaparate, ambos se miraron con una sonrisa cómplice cómo sin palabras sabían lo que estaban tramando. Decidieron entrar al bazar  y compraron un juguete de “playmobil”  que al niño le había entusiasmado días anteriores. Pidieron que el envoltorio fuese neutro. Eligieron para ello un papel blanco, mate, sin ninguna distinción.
¡Lo que yo quería!
¡Lo que yo quería!
 
Llegó la esperada noche de Reyes, la niña muy cautelosa, se hacía la dormida. Una vez que sus padres se fueron a dormir ella sigilosa salió de debajo de las mantas, cogió el paquete envuelto de blanco, lo colocó junto al árbol y el resto de envoltorios y volvió veloz a su cama. Esa noche por supuesto ella no durmió. A la mañana siguiente habían algunos paquetes, pero uno fue el que más destacó. Los padres lo miraban atónitos. Cuando el niño despertó, aún con los ojos pegados, corrió hacia el salón empezó a descubrir regalos y dejó el del misterioso papel blanco para el último. La sorpresa fue muy grande cuando lo abrió.¡ Me encanta, lo que yo quería!. Y acto seguido dijo: Gracias Papás-Reyes. La sorpresa fue para los padres que sin decir ni media palabra se volvieron el uno al otro sin comprender de donde había salido ese juguete que le había hecho tanta ilusión. La madre, como si hubiese sido poseída por un ciclón corrió hacia las ventanas, comprobó que éstas estaban cerradas, hacia las puertas y también estaban cerradas. Llevó al padre a otra estancia y entre susurros le preguntó que si había sido él. Minutos después se oyó accionar el teléfono…sin ninguna afirmación. Nadie había sido. Todo estaba en su sitio y cerrado, no había rastros ni huellas. Más llamadas se sucedieron pero sin ninguna información….A la media hora con voz carraspeada  la madre exclamó: ¡Ay, los reyes Magos si existen y me han castigado por decíroslo antes de tiempo! Los niños siguieron a la suya, jugando sin prestarle mucha atención.
Tres meses más tarde, la madre seguía repitiendo esa exclamación, lo contó por todos los rincones y a todo el que se cruzó. Un día sentados de nuevo a la mesa, la niña decidió que ya estaba bien con guardar el secreto y lo confesó. Dijo que ellos compraron el regalo, lo recubrieron con un papel que no diera pistas del sitio donde había sido comprado y que ella misma se levantó en el silencio de la noche, y lo dejó junto a los paquetes que los padres habían previamente dispuesto. Lo del paripé del niño era realista porque es verdad que lo quería pero le puso más énfasis a modo teatral. La madre no se lo creía. Ahora fue ella la que perdió la emoción. La magia salió de nuevo por la ventana dándole una buena lección. Y colorín colorado este cuento ha sido contado.


Pd: La niña soy yo, el niño es mi hermano y los papás son mis papás. ¡Ahh y la historia es verídica!

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