En homenaje a mi abuelo materno;
Al que pude disfrutar poco tiempo y del que apenas tengo vagos recuerdos, recuerdos creados más bien por lo que me han contado que por lo que recuerdo haber vivido con él.
Dicen de mi abuelo que tenía un “piquito de oro”. Mi abuelo
era cartero, si sí, cartero, profesión tan romántica y a la vez ya casi perdida
por la era tecnológica, por lo que conocía a mucha gente y era popularmente
conocido.
Mi abuelo era un hombre entrañable y dicharachero que
utilizaba un amplio y particular
vocabulario, un vocabulario aprendido a base de leer y releer. Leía tanto que
los personajes de las novelas que más les gustaban los asociaba a sus amigos y
conocidos hasta el punto de rebautizarlos para siempre. Tanto es así, que solo
recuerdo a gente de oídas, amigos de él, por el personaje al que le atribuía y
no por su nombre verdadero.
Pues bien, siempre he oído hablar de “la tía catorce” hasta
ahí todo normal, pero lo que no me parecía normal era que a quien mi abuelo
llamaba “la tía catorce” era un hombre, eso ya me cuadraba menos y parece más obvio asociar ese nombre a un
personaje de mujer.
Todos estos recuerdos de la infancia permanecen guardados en
un lejano rincón de nuestras memorias y un día no sabes por qué, buscando un
nombre que tenga que ver contigo y
te defina dentro de esta extensión de terreno infinito que es
la red, va y surge como por arte de magia, este recuerdo tan bonito e inspirador de lo que quiero que sea este miniespacio, un lugar donde cabe todo
y donde todos son bien recibidos.