25 de junio de 2015

...a mis alumnos

El curso llega a su fin. Una ligera sensación de nostalgia y satisfacción se combinan a partes iguales. Éste no ha sido un curso fácil para mí. Muchas circunstancias adversas envolviendo el conjunto han hecho que cada día sea una prueba como de “última oportunidad”. Acostumbrada a dar clases en otras materias más afines a mi formación, otros alumnos, otros entornos, otros lugares,  otras aptitudes, otras actitudes, otras metas, un horario raruno,… a pesar de ello ha resultado enormemente gratificante.

Un curso que empezó cuesta arriba y al que se le iban sumando noticias desalentadoras, duras y mal afortunadas. Una mitad de 2015 color oscuro casi negro salpicado de pequeñas pinceladas de luz  como si estuviéramos pintando un cuadro barroco. Dramatismo puro. Alegría en altas dosis también. Los extremos conviviendo en estado máximo. Primero la alegría de poder impartir clases de nuevo después de mi retiro maternal cuidando a mi hijo en su primer año de vida, segundo la adaptación a un cambio de estrategia docente distinta para guiar a estos alumnos tan rebeldes, tercero te encariñas con ellos, cuarto intentas al menos influirles positivamente en sus vidas, no por transmitirles muchos conceptos si no por transmitirles valores vitales que les sean útiles para enfocar sus caminos, quinto cumplir objetivos contigo misma y con el sistema y sexto afirmar “chicos estoy orgullosa de vosotros”.

No creo que, de los que han resistido hasta el final, se vayan a acordar del Teorema de Pitágoras o de la tabla periódica y sus elementos químicos, ni  de los estilos artísticos a lo largo de la prehistoria e historia, ni nada relacionado con la literatura española más conocida. Me conformo  con que simplemente se acuerden de mí. Ellos no lo saben pero me han ayudado mucho cada día. Me he enfrentado a mis propios sentimientos de rabia por lo que sucedía cerca de mí, a tener que contarles leyendas urbanas figuradas para que me hicieran caso y mi mente estaba en otro lugar, a crear un ambiente agradable y divertido cuando mi cuerpo solo pedía llorar y a tener que sacar fuerzas para no “darles un pescozón” cuando se ponían a hacer el indio como niños pequeños. Ahora que nos estamos conociendo más, que hemos abierto la caja de pandora de nuestros corazones entonces llega el “final de curso”…Justo y necesario. Ellos harán las prácticas del oficio que junto a mis pesadas clases han realizado estos meses. Masilla, chapa, pintura, bollados, lijas, coches…han estado entretenidos. Mi mente también.

¡Os deseo mucha suerte para que encontréis pronto un trabajo y empecéis a aprender muchas cosas de las que os he contado mientras poníais cara de no ir con vosotros!
Vuestra profe que os va a recordar con mucho afecto y ternura.


PD: Mis alumnos: Rubén, Aarón, Alejandro, Adrián, Emanuel, Imad N., Mohamed, Imad Ez, Amine...